Contubernio hostelero-gubernamental

Nos ha contado el Pitxi que en la península del Morrazo, en Pontevedra, ha hecho bueno esta Semana Santa, pero la suerte del Pitxi no debe alejarnos de lo que ha sido denominador común durante estas vacaciones (o si me apuran, durante toda la Semana, ya sean días laborables o festivos). Y el denominador común, como decíamos, ha sido el mal tiempo en forma de borrasca, lluvias copiosas, desbordamiento de ríos, frío a cascoporro, e incluso nieve a partir de los 1.000 metros en el Sistema Central. Yo he aprovechado para subir a la sierra a tirar unos bolazos de nieve y a construir algún que otro muñeco o monstruo de nieve. Pero que no perdamos el objetivo. Hemos padecido lo que el vulgo denomina “mal tiempo”.

Pero hete aquí que los meteorólogos (vulgo “hombres del tiempo”) nos habían alentado a embutir en nuestros vehículos a mujer, niños y abuela, bajo las falsas promesas de un tiempo soleado, o por lo menos no lluvioso, y a recorrer kilómetros de autovía rumbo a las playas de levante y Andalucía. “Marchad tranquilos”, decían, “que cuando lleguen los días festivos tendremos sol, no lloverá, y las temperaturas mínimas irán en aumento”. Pero amargamente el hombre de la calle ha llegado a la conclusión de que le han engañado, mediante la adulteración de los partes meteorológicos.

Y los responsables de esta traición han sido:

- Por una parte el Gobierno (Piove, Governo ladro!) que como necesita la pasta que nos dejamos en forma de impuestos sobre la gasolina nos ha embaucado para llenar los depósitos de forma masiva durante estas vacaciones.
- Y por otra parte los hosteleros. Sí señor, los hosteleros, esa asociación pseudo-masónica que pretendía quitar el fútbol televisado los sábados por la tarde, aduciendo que la gente se podría quedar en casa, adocenada, con sus cervecitas del DIA o del caprabo y sus snacks, viendo cómodamente un Alavés-Rayo Vallecano, en lugar de salir en masa a consumir alcohol en sus garitos y cafeterías. Por eso los sábados por la tarde emiten cosas como “cine de barrio”. Con esos programas, no es de extrañar que hordas de televidentes se lancen a los bares a consumir grandes cantidades de alcohol. Y todo por imposición de los hosteleros, oiga.

Y claro, han sido los hosteleros los que han chantajeado al Gobierno (supongo que alguno se habrá puesto en huelga de hambre...) para que obliguen a los hombres del tiempo (y mujeres del tiempo y transexuales del tiempo, no se me ofendan) a dar partes favorables a sus intereses, proclamando que el buen tiempo iba a ser generalizado durante los días de fiesta, para que el populacho se lanzara a las carreteras rumbo a los lugares de veraneo para llenar hoteles de dos estrellas y chiringuitos playeros. Todo para que se lucren los hosteleros. Y de paso el Gobierno mediante los impuestos sobre el carburante.

Ha sido este contubernio hostelero-gubernamental el que nos ha fastidiado las vacaciones, mediante este adulterio de los programas de información meteorológica. Lo peor de todo es que el hostelero de la cafetería de la esquina, donde desayuno, se niega a cobrarme los 80 céntimos que había afirmado el presidente que costaba el café con leche, e insiste en sacarme 1,20 euros por un té con limón. Afilemos la guillotina para todos ellos.