Supongo que todos habréis visto la película Tiburón, un flim de Steven Spielberg, basado en un libro de un tal Benchley, en el que un tiburón blanco causa estragos en una bucólica localidad de la costa de EE.UU. Pues bien, el personaje de esa película llamado “capitán Quint”, (no confundir con el capitán Funko), interpretado por Robert Shaw, afirma en los diálogos del mencionado flim tenerles tirria a estos escualos por una tragedia que le ocurrió a él y a sus compañeros durante la Segunda Guerra Mundial, al hundirse su barco.
Lo curioso es que esta historia es cierta.
El crucero de la clase Portland USS Indianápolis (los yankees suelen llamar a sus barcos de guerra USS…) entró en servicio en el año 1932. En julio de 1945 participó en una importante misión, trasladando de Mare Island (California) a Tinian, en las Islas Marianas, una misteriosa carga que resultó ser vital para el lanzamiento de las bombas nucleares que asolaron días después las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Tras la entrega de la mercancía el 26 de julio, el capitán McVay, a la sazón encargado del buque, recibió el encargo de dirigirse posteriormente a Leyte (Filipinas), para preparar una posible invasión tras el bombardeo nuclear. Los servicios de inteligencia americanos habían tenido noticias de un submarino japonés en esas aguas, a través de las trasmisiones japonesas, pero para salvaguardar la noticia de la capacidad yankee de descifrar códigos secretos se le negó una escolta al USS Indianápolis. Se le ordenó que mantuviera un rumbo zigzagueante para evitar ser hundido por los torpedos nipones.
El 29 de julio, en la oscura noche, el buque detuvo su rumbo. El capitán prefirió no navegar en zig-zag, como se le había ordenado, y esperar la alborada para continuar. El sol no llegó a salir para el USS Indianápolis, ni para 350 de sus 1.196 tripulantes. Un submarino japonés lanzó 6 torpedos, de los cuales 2 impactaron en el costa de estribor, impidiendo a los americanos realizar la pertinente llamada de socorro, al destruir el centro de comunicaciones por radio del crucero.
Lo peor llegó para los supervivientes, algunos de ellos heridos, que no disponían de suficientes lanchas. La gran mayoría de los hombres si que vestía sus chalecos salvavidas, y se dispusieron a esperar la llegada del rescate. Al amanecer empezaron a llegar los comensales de este festín. Primero unos pocos, atraídos por el olor de la sangre en el agua salada del Pacífico. Cuando los primeros heridos fueron despedazados y devorados por los escualos más madrugadores, llegaron más, hasta la cantidad de 200 o 300 animales.
Los marineros formaron corros para defenderse de los tiburones, gritando desesperados y pataleando, en un intento de asustar a sus predadores. Pero la desesperación se fue haciendo con las mentes destrozadas de los americanos. Presa de la locura, algunos de los heridos salían del corro y se alejaban para ser masticados por los hambrientos escualos.
Así continuaron hasta el 2 de agosto, fecha en la que son avistados por aviones de reconocimiento y comienza el rescate, primero a través de 2 Catalinas, que logran rescatar a 60 hombres, y después por 2 destructores, que rescatan al resto de supervivientes hasta la cifra de 316. El resto de marineros terminó en los estómagos de los peces.
Los yankees ocultaron esta tragedia hasta el final de la guerra. (Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas los días 6 y 9 de agosto, provocando centenares de miles de muertos y el final de la Guerra el día 14 de agosto). Posteriormente el capitán McVay (no confundir con el capitán Funko) fue juzgado por su supuesta negligencia. Compareció el capitán del submarino I-58 japonés, Mochsitura Hashimoto, quien afirmó que hubiera hundido el crucero incluso si hubiera estado navegando el zig-zag. McVay acabó suicidándose en 1968. Más adelante, Hashimoto se retiró a un monasterio shintoísta.
Un chavalín de de Pensacola (Florida), llamado Hunter Scott, recuperó la historia para un trabajo escolar, tras ver la película Tiburón, de Spielberg, y escuchar las palabras del Capitán Quint, descubriendo que se había utilizado a McVay como chivo expiatorio, existiendo otros culpables que habían negado una escolta al USS Indianápolis, o que no habían organizado una operación de rescate al no llegar el crucero a Leyte.
Esta historieta la he conocido a través de libro Días de Infamia, de Michael Coffey. Se puede encontrar en la red algo más en algunas páginas como en esta y en esta. He leído que se pretende hacer una película sobre esta espectacular tragedia.
Lo curioso es que esta historia es cierta.
El crucero de la clase Portland USS Indianápolis (los yankees suelen llamar a sus barcos de guerra USS…) entró en servicio en el año 1932. En julio de 1945 participó en una importante misión, trasladando de Mare Island (California) a Tinian, en las Islas Marianas, una misteriosa carga que resultó ser vital para el lanzamiento de las bombas nucleares que asolaron días después las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Tras la entrega de la mercancía el 26 de julio, el capitán McVay, a la sazón encargado del buque, recibió el encargo de dirigirse posteriormente a Leyte (Filipinas), para preparar una posible invasión tras el bombardeo nuclear. Los servicios de inteligencia americanos habían tenido noticias de un submarino japonés en esas aguas, a través de las trasmisiones japonesas, pero para salvaguardar la noticia de la capacidad yankee de descifrar códigos secretos se le negó una escolta al USS Indianápolis. Se le ordenó que mantuviera un rumbo zigzagueante para evitar ser hundido por los torpedos nipones.
El 29 de julio, en la oscura noche, el buque detuvo su rumbo. El capitán prefirió no navegar en zig-zag, como se le había ordenado, y esperar la alborada para continuar. El sol no llegó a salir para el USS Indianápolis, ni para 350 de sus 1.196 tripulantes. Un submarino japonés lanzó 6 torpedos, de los cuales 2 impactaron en el costa de estribor, impidiendo a los americanos realizar la pertinente llamada de socorro, al destruir el centro de comunicaciones por radio del crucero.
Lo peor llegó para los supervivientes, algunos de ellos heridos, que no disponían de suficientes lanchas. La gran mayoría de los hombres si que vestía sus chalecos salvavidas, y se dispusieron a esperar la llegada del rescate. Al amanecer empezaron a llegar los comensales de este festín. Primero unos pocos, atraídos por el olor de la sangre en el agua salada del Pacífico. Cuando los primeros heridos fueron despedazados y devorados por los escualos más madrugadores, llegaron más, hasta la cantidad de 200 o 300 animales.
Los marineros formaron corros para defenderse de los tiburones, gritando desesperados y pataleando, en un intento de asustar a sus predadores. Pero la desesperación se fue haciendo con las mentes destrozadas de los americanos. Presa de la locura, algunos de los heridos salían del corro y se alejaban para ser masticados por los hambrientos escualos.
Así continuaron hasta el 2 de agosto, fecha en la que son avistados por aviones de reconocimiento y comienza el rescate, primero a través de 2 Catalinas, que logran rescatar a 60 hombres, y después por 2 destructores, que rescatan al resto de supervivientes hasta la cifra de 316. El resto de marineros terminó en los estómagos de los peces.
Los yankees ocultaron esta tragedia hasta el final de la guerra. (Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas los días 6 y 9 de agosto, provocando centenares de miles de muertos y el final de la Guerra el día 14 de agosto). Posteriormente el capitán McVay (no confundir con el capitán Funko) fue juzgado por su supuesta negligencia. Compareció el capitán del submarino I-58 japonés, Mochsitura Hashimoto, quien afirmó que hubiera hundido el crucero incluso si hubiera estado navegando el zig-zag. McVay acabó suicidándose en 1968. Más adelante, Hashimoto se retiró a un monasterio shintoísta.
Un chavalín de de Pensacola (Florida), llamado Hunter Scott, recuperó la historia para un trabajo escolar, tras ver la película Tiburón, de Spielberg, y escuchar las palabras del Capitán Quint, descubriendo que se había utilizado a McVay como chivo expiatorio, existiendo otros culpables que habían negado una escolta al USS Indianápolis, o que no habían organizado una operación de rescate al no llegar el crucero a Leyte.
Esta historieta la he conocido a través de libro Días de Infamia, de Michael Coffey. Se puede encontrar en la red algo más en algunas páginas como en esta y en esta. He leído que se pretende hacer una película sobre esta espectacular tragedia.
8 comentarios:
Espectacular historia Chuso... Eres la leche buscando cosas... Interesante historia para un guión de película, además si la hicieran, estás películas de submarinos me encantan (me acuerdo cuando me dejaste Das Boot)... Dichosos animalitos... Pero cuantas historias de estas habrá ocultas...
Es una historia curiosa para una película. De capitán McVay yo pondría a James Steward, y de chavalín, a Elijah Wood... (cada uno con la edad apropiada, claro...)
Saludos del siempre irritable tío Bob!
El tío Bob, el actor secundario, es uno de mis personajes favoritos de ficción. Tiene la voz de Frasier y un hermano clavado a Nails Crane. Y es tan irritable como yo tras no haber dormido por una indigestión de garbanzos fritos...
Muy bueno, muchas gracias, he encontrado aqui la primera historia interesante del dia, dificil de superar por cierto.
Encantado de irritarte Tio Bob, recuerda dejar la luz encendida al salir ;b
Gracias, Gaiar, y cuidado con los tibudrilos...
"anyway, we delivered the bomb"...joder, que buenos enlaces, y que bien llevada la historieta...me encantan los detalles esos(el hashimoto que termina en un monas shinto), y la propia brutalidad de la historia...supongo que el guion de hollywood magnifica la intensidad, pero tiene frases geniales "i will never wear a lifejacket again", refiriendose a que el colorido chillon atraia mas a los "pececillos"...recuerdas la famosa protorencilla rey-de-los-alcooles? desde mi tocapelotil exilio, encantado de nombrarte "chuso-cultural" de la semana....yeeeeee, y que no se me moleste naide, eh!
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